Conozco personas amantes de las canciones de Carlos Gardel cuya procedencia étnica corresponde al África Central de los tutsi, la isla de Sicilia o a cualquier región o país de nuestro continente que habla en español, portugués, inglés o idioma de ancestro indígena.
La misma indicación puede aplicarse a las afinidades de los grupos de personas que en las sociedades modernas de tiempo en tiempo descubren, dentro de la volición más íntima del alma, disposición a las prácticas de totalitarismo en el ámbito de las ideas y los modelos políticos para el ejercicio del poder público. Ello, indiferentemente del nivel de instrucción, trátese de profesionales triborlados o plebeyos guachimanes de una empresa transnacional en cualquier zona industrial del Venezuela, Estados Unidos, Australia o Israel.
En Occidente su periferia y toda franja del planeta donde los circuitos mediáticos e industria global del entretenimiento construyeron un perfil homogéneo de consumo cultural, gustos y signos estéticos encontramos que, indistintamente del grado de melanina en la piel de las personas, su nacionalidad, lengua o gustos musicales, una buena porción de éstas adhieren un conjunto de inclinaciones o militancia de orden político, que responde a la visión de mundo exclusivista, sectaria, fanática y condenatoria de todo lo diferente que caracteriza al nazismo y el fascismo.
Se trata de una visión artificiosa y peligrosísima del bien y el mal que responde a patrones prefijados con un catálogo petrificado de prejuicio y discriminación que no acepta validarse en diálogo o controversia ninguna.
El nazismo ayer y neonazismo hoy, más allá del programa que gestó Adolf Hitler en su libro Mi lucha -que le permitió imponer su partido nacionalsocialista en Alemania y provocar la II Guerra Mundial- es una actitud de alta irracionalidad y extrema amenaza e intolerancia. Desde la Antigüedad rebrota y genera masacres. Ayer, la Noche de San Bartolomé (Francia, 24 de Agosto de 1572), la Masacre de Nanking (1937) y el Holocausto Judío (1939-1945). Hoy, el Holocausto de Gaza, cometido por quienes proclaman actuar en nombre de aquellas víctimas del Tercer Reich, a quienes hubiésemos querido dar solidaridad, sin duda.
Se trata, en Gaza, de la misma práctica de destrucción y de antihumanidad que en Auschwitz impusieran el Führer y sus secuaces contra gitanos, niños con discapacidad, comunistas y judíos. Hoy el judeo-sionismo de Israel procede contra Gaza como la propia bestia nazi.