Nuestra política cambiaria es potestad del Ejecutivo Nacional y del Banco Central de Venezuela. En la IV República, estaba en manos del Fondo Monetario Internacional (FMI) que actuaba según los intereses de las transnacionales.
Entró en vigencia el nuevo tipo de cambio oficial que varió de 4,3 bolívares por dólar a 6,3. La derecha inició una campaña para asustar a la gente con el fantasma del “paquetazo rojo”.
El ajuste cambiario no es una devaluación como la que conocimos durante los gobiernos neoliberales del puntofijismo.
Permitirá una tasa competitiva para el aumento de las exportaciones nacionales que llegan a 97 mil millones de dólares, de los cuales 95% provienen de Pdvsa, mientras el sector privado que produce solo 3 mil millones de dólares, solicita 30 mil millones.
Las arcas del Estado recibirán 32% más de bolívares por cada dólar que ingresa de la venta de petróleo y ese dinero será invertido en más programas sociales, jubilaciones, generación de empleos y reactivación de la producción.
Los hambreadores de ayer, que son los opositores de hoy, devaluaban para cancelar la deuda externa, beneficiar al capital transnacional y saquear el bolsillo del pueblo.
En Revolución, sorteamos la crisis capitalista mundial sin hambre, sin privatizar la salud y la educación, sin quitar sus pensiones a los adultos mayores. Sucede lo opuesto en Europa y en Estados Unidos.
Nuestra vida cotidiana no se relaciona con el precio del dólar.
Por ese patrón se rige la burguesía importadora que ahora tendrá que pagar más y seguirá vendiéndonos caro, con este o cualquier cambio oficial, pues calcula su ganancia en dólares del mercado paralelo.
T/ Carolus Wimmer