Uno de los elementos en la historia oficial que nos quisieron inculcar es la desvinculación entre el recurso petrolero y lo acontecido en la primera década de la historia venezolana del siglo XX.
Desde el inicio del siglo los vientos de guerra producto del fortalecimiento de la maquinaria bélica del imperialismo alemán que amenazaba las posesiones coloniales del imperialismo británico se hicieron sentir en Venezuela.
La era del carbón daba paso al petróleo a medida que se demostraban las existencias de inmensas reservas del hidrocarburo líquido, las que erróneamente se creían insuficientes.
En 1908 la flota de guerra imperial británica cambia oficialmente de carbón a petróleo el combustible de sus naves, lo que genera la necesidad de controlar por parte de Europa las reservas de petróleo que no poseían en su territorio.
El golpe contra el general Cipriano Castro del 19 de diciembre de 1908 permitió deponer a un Gobierno nacionalista y controlar sus recursos naturales a cabalidad.
Cipriano Castro estaba en un juego geopolítico de dimensiones mundiales en el que Estados Unidos y las potencias que bloquearon nuestras costas en 1902: Alemania y el Reino Unido (que ya buscaban el recurso que sus técnicos, científicos y planificadores sabían que movería la industria miliar y global) se disputaban la supremacía mundial.
No nos debe extrañar la intromisión en los asuntos venezolanos y suramericanos de los mismos actores que vinieron a saquear en 1902 y 1908, en intentos por retomar el control del recurso que define la hegemonía mundial, contra la voluntad del pueblo venezolano y del Gobierno que lo representa.