Un gran ejemplo de temple y compromiso revolucionario se difunde diariamente a través de los canales de televisión: el testimonio de numerosas mujeres de diferentes edades, que atendiendo el llamado del Comandante Hugo Chávez para la conformación de las comunas como forma de organización fundamental para el desarrollo de la patria socialista, se han involucrado en la construcción de la soberanía por medio de distintas empresas de producción social que atienden las necesidades de su localidad en ámbitos como la alimentación, la indumentaria, la construcción y muchos más.
Mujeres alegres, triunfadoras, cuentan su experiencia en el lenguaje sencillo de la gente a la cual el éxito no se le sube a la cabeza. La palabra comuna, así como las referencias a diferentes objetivos del Plan de la Patria, resuenan en esas voces que antes fueron invisibilizadas, y que hoy son punta de lanza en la batalla por el vivir bien.
Mientras tanto, los medios privados de comunicación continúan su estrategia satanizadora, las salas de redacción parecieran seguir la pauta marcada por libros de estilo cuyo glosario define a la comuna como sinónimo de malandraje, pobreza, vergüenza y ridículo mundial.
Habituados a la falta de argumentos de la ultraderecha, el chavismo continúa recibiendo bofetadas discursivas que se quedan en eso: puro discurso. Mientras los perros ladran y ladran, el trabajo social avanza, la preparación, la discusión, el planteamiento de proyectos continúa dando resultados. Necesario es continuar dando el apoyo y haciendo visibles los rostros de quienes construyen desde la convicción fundamental: ¡Comuna o nada!