No me regañen, esto es un ejercicio de franqueza: no nos gustan ni nuestros propios medios, no sabemos por qué.
Para dar con la clave de ese “no sé qué”, de ese fallo que de tanto en tanto termina por hacernos querer apagar tele, la radio, quemar la prensa, cerrar los ojos y no saber de nada, debemos revisar la naturaleza de nuestras comunicaciones.
Sí, tenemos la enfermedad del periodismo opocentrista. Todo lo que decimos, hacemos, pensamos, o casi todo, gira en torno a lo que hace, dice, piensa, o deja de hacer, decir y pensar la oposición. Y esto es así por un hecho que no ha cambiado a pesar de los arduos 15 años de esfuerzos realizados para darle la batalla al monopolio de las comunicaciones: son ellos aún quienes dominan los medios de comunicación y quienes tienen captados, a punta de efectos especiales y un magnífico dominio de la propaganda, a los consumidores de la información.
No podemos competir con los medios opositores a punta de respuestas. No podemos competir con ellos queriendo parecernos a ellos (horrible actual caso TVES), hay que ser de avanzada.
¿Qué propongo? Una comunicación correctiva. Mostrarle nuestra gente ejemplar (y no hablo de modelitos copiados o hasta importados directamente de los mismos medios derechistas de siempre). Formar al ciudadanos que queremos. Tratar públicamente los casos de corrupción, eso propongo.
Si queremos competir con la mass media tenemos que darle a los venezolanos y venezolanas una comunicación de calidad (en fondo y forma). Información que nos interese a todas y todos por igual, incluso a la oposición. Mientras vivamos dándoles la pelea, naturalmente, sólo recibiremos su rechazo.