Por Nelson Guzmán| La cruenta historia política de Venezuela (Opinión)

La historia política venezolana ha sido cruenta. El siglo XIX conoce la violencia del caudillismo. La oligarquía lucha por mantener sus privilegios. Los hombres no son sujetos soberanos que propongan una nueva manera de ser, los campesinos mantienen en el campo relaciones sociales de servilismo. El analfabetismo es galopante. El país en la segunda parte del siglo XIX yace hundido en las guerras civiles, en cada poblado surge una montonera, un jefe, un cacique. El país está desasistido, existen muy pocas escuelas. Los indígenas, las mujeres, los pardos y los esclavos no tenían derecho a la vida escolar. Los venezolanos vivíamos en la colonia más atrasada de aquel mundo hispánico que prorrumpió en América para desvencijar.

La muerte de Juan Vicente Gómez no significó el fin de la tiranía, sus áulicos comenzaron a disputarse el poder. La familia de Gómez pretendía seguir controlando la cosa pública. Eleazar López Contreras actúa con cautela extrema, él era el elegido no para renovar Venezuela sino para continuar con la desigualdad. Caracas arde en pasiones y manifestaciones masivas que piden buscar un nuevo rumbo. Los 27 años de tiranía que había sufrido el país habían sido suficientes. El régimen gomecista había violado los derechos humanos de los venezolanos como les dio la gana. El 14 de febrero de 1936 los militares disparan contra el pueblo y provocan una masacre, en ese momento el gobernador era Félix Galavis a quien López Contreras arrastró a su gobierno. Los viejos métodos del caudillo de La Mulera continuaban.

El Chino Valera Mora habló de los grandes muñones de la democracia representativa, esto significa que los procedimientos de la democracia de la IV República siguieron soldados a aquellos que impuso el generalato despótico, la violencia continúo estando a la base de las formas de resolución de conflictos. Los positivistas sostuvieron la tesis del gendarme necesario, el loquero. Toda esa turbulencia recayó en un pueblo desasistido en lo más profundo de sí. Calicles seguía dominando la historia, la fuerza indiscutida reclamaba su puesto de intolerancia.

El Betancurismo continua con este ideario, mata en la calle a los disidentes, suspende las garantías constitucionales, arrincona y condena a los jóvenes guerrilleros, que eran estudiantes universitarios, mediante los tribunales militares se les sentencia. Las órdenes del Departamento de Estado estadounidense son las del garrote. En una palabra los DDHH son una ficción que no encuentra asidero en el país que está subsumido en la violencia.

El capital internacional con sus secuaces de la burguesía parasitaria nacional se ha volcado sobre Venezuela, reclama las deudas de nuestro país; ante la falta de cumplimiento cañonea sus viejas naves: se trataba de ofender, vejar, desestructurar un país en inferioridad de condiciones tecnológicas; sin embargo, la reserva moral de Cipriano Castro respondió y actuó contra aquella atrocidad y se produce el decreto del Presidente contra la planta insolente de aquellos países.

No lograron ponernos de rodillas. Desde ese momento Cipriano Castro comienza a ser sospechoso y empieza la conspiración contra aquel hombre que la perversión y deslealtad de su compadre pone fuera del poder. Gómez se convierte en un adlátere del capital internacional. Allí comienza la perversión de nuestra entrega y servilismo de las élites del poder.

guznelson@yahoo.es

Sinceras felicitaciones por su documental , ilustrado Nelson Guzman. Yo como profesor de historia internacional, servidor a la causa educativa Nacional durante 36 años, conocedor del agetreo politico, corrovoro su oportuna opinión. Añado nuestra ideosincracia, borron y cuenta nueva, aunada al oportunismo engendrado por la corrupción y la diatriva leguleya, como derogar legislaciones por conveniencia sectorial. Pero hay una gran conciencia sembrada en la nueva población y un silencio ante las arremetidas infames que, sin pensarlo traerán verosímiles consecuencias a favor del pueblo consciente.