Durante 78 años, el Taller de Gráfica Popular (TGP), surgido para promover las demandas de la Revolución Mexicana, mantiene en el siglo XXI su compromiso político con las causas de los pueblos, los oprimidos y contra las injusticias. El colectivo azteca participa en la primera Bienal del Sur con obras de artistas de diferentes generaciones que se exponen en la sala 12 del Museo de Bellas Artes (MBA).
Como parte de muestra internacional, que estará abierta hasta el 28 de febrero del próximo año, el creador Héctor Vargas, integrante del TGP, ofrecerá esta semana una taller de xilografía en el Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz Diez (MEDI).
Vargas, que entró al colectivo hace una década, contó que cuando entró al TGP se le explicó que “que podía hacer lo que quisiera en el arte, que podía o no ser político, siempre y cuando estuviera en contra del fascismo, las imposiciones y las injusticias. El taller, sigue trabajando bajo esos preceptos ¡Definitivamente!”.
En el TGP, esclareció el litógrafo, hay personas que elaboran obras con contenidos políticos fuertes y evidentes, así como artistas que a primera vista no tienen una declaración política.
AL PRINCIPIO
En sus inicios, a finales de los años treinta e inicio de los cuarenta, el taller elaboraba volantes con información y una imagen, que algún artista y el impresor reproducían durante toda una noche en un trabajo “muy romántico” para hacer unas 200 copias. “A la mañana salían a la calle y las repartían o las pegaban en los postes, las paredes, para que la gente viera qué estaba pasando”, contó Vargas.
El TGP se fundó en 1937 -amplió el artista- para de alguna forma darle continuidad al muralismo mexicano, y a consecuencia de la desintegración de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR, 1935-1934), un organismo que tuvo relevancia en México, cuya ideología era socialista y trabajaba “al servicio del pueblo”.
La LEAR se desintegró por fricciones en el año 1937, y los grabadores que pertenecían a la liga decidieron fundar el Taller de Gráfica Mexicana, que inmediatamente cambió su nombre al de TGP “para darle un carácter más social”. Los nexos con el muralismo se le deben a uno de los fundadores, Luis Arenal, hermano de Angélica Arenal, la esposa una gloria del muralismo mexicano, David Alfaro Siqueiros.
“Ellos vieron el taller como una continuación del muralismo mexicano, que se planteó como una posibilidad gráfica, para a través de la imágenes instruir al pueblo acerca de la Revolución Mexicana y lo que significaba ser un país sin oligarquías”, resumió Vargas.
Cuando culminó la Revolución Mexicana, en 1921, los muralistas Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco se apropiaron de las paredes de las instituciones públicas de México para hacer sus obras. El invitado de la bienal explicó que “a la gente no le gustaban los murales, les caían regordos, aunque son obras de arte magníficas. No obstante, esto continuó hasta la década de 1930, cuando el muralismo decayó, primero, porque comenzaron a integrarse más muralistas, que no tenían una calidad tan buena y segundo, porque los artistas comenzaron a trabajar en otras partes del mundo, como Estados Unidos y Latinoamérica”.
LA RESPUESTA
Según Héctor Vargas, la época dorada del TGP fue entre los años 1937 y 1949, tal y como quedó demostrado en el libro del suizo Hannes Meyer sobre aquellos años. En la década de los cincuenta, el trabajo del colectivo “se estabilizó” y comenzó a realizar trabajos de la mano de los sindicatos y ya “eran respetados y tomados en cuenta”. En la década siguiente, surgió un movimiento denominado La Ruptura, formado por un artistas más jóvenes que se cansaron del arte político y de corte realista-social que había realizado el taller de grabado.
Los de La Ruptura se propusieron hacer un arte más alineado a las corrientes contemporáneas, acotó.
A partir de la década de los setenta y principios de este siglo, el TGP mantuvo bajo perfil en México pero promovió su obra en otras partes del mundo. Además, destacó Vargas, en este tiempo lograron conseguir una sede permanente en el centro de la Ciudad de México, donde funcionan actualmente.