Desde hace cinco años fabrica modernas camas quirúrgicas|Eduardo Caraballo tiene las pruebas de que en Venezuela se puede producir tecnología

Muchas personas en Vargas hablan de él, pero pocas lo han visto. La atmósfera se torna casi fantástica cuando se comenta sobre lo que ha estado creando. Sin embargo, no es tan difícil encontrarlo. La calle de atrás del cementerio de Pariata conduce hasta la puerta de su casa. Y ahí en la sala, resguardada bajo mantas, está una de las modernas camas quirúrgicas que fabrica Eduardo Caraballo.

Las mantas no son solo una barrera contra el polvo, el ademán artístico con el que Caraballo las retira para mostrar su creación también revela la pasión con la que trabaja. La exhibe además consciente de que no se trata solo de un objeto. Es producción nacional.

Las camas quirúrgicas del joven Caraballo muestran un acabado perfecto, al punto que en más de un traslado de entrega ha tenido que mostrar a la policía –“no creen que lo que ven haya sido hecho por un venezolano” – las facturas de cada una de las piezas que utilizó en la elaboración.

ALCANZAR EL CONOCIMIENTO

Desde que comenzó a trabajar de manera independiente en el año 2010, Caraballo ha logrado producir 10 camas de este tipo. Aunque la pasión le sobra, no es tarea fácil la fabricación de un producto que requiere de una gran inversión y la intervención de 11 especialidades, entre ellas electrónica, latonería, carpintería, tornería y manejo de fibra.

Sin embargo, la cuenta del trabajo de Caraballo suma más que los dedos de las manos con las que lo ha ejecutado. Precisa que todo empezó en el año 2004, cuando trabajaba para una empresa internacional privada dedicada a abastecer el mercado venezolano con camas y otros equipos médicos fabricados en Brasil.

Caraballo cumplía la función de prestar el servicio técnico a los clientes de la empresa; es decir, se encargaba de las reparaciones. En ese proceso, el joven se dio cuenta de que no solo podía hacer los arreglos, sino que también podía fabricar toda la pieza.

Sus estudios nacionales en electrónica pronto fueron complementados con dos años de formación bajo la tutela de la empresa fabricante en Brasil. Al regresar al país fabricó 40 camas quirúrgicas para la compañía, ubicada en San Carlos.

Caraballo nunca obtuvo la ganancia económica de lo producido. Cuenta que su jefe vendió las camas y se fue del país sin pagarle. No obstante, el joven no le da mayor importancia a lo sucedido, asegura que él se quedó con algo mejor: el conocimiento.

Un dividendo con el que no es mezquino. Con entusiasmo enfatiza que una de sus metas es formalizar la capacitación de otros jóvenes en Vargas para que se sumen a una producción que “hay que mandar para arriba porque traería muchos beneficios para el país”.

ALCANZAR LA PRODUCCIÓN

De acuerdo con Caraballo, actualmente en la región solo Brasil y Argentina producen equipamiento médico a gran escala. Venezuela es parte de los países que importan esa producción.

No obstante, el joven está convencido de que el país no solo puede independizarse y fabricar para abastecer a todos sus centros de salud, sino que además puede crecer para atender la demanda latinoamericana.

Los prototipos diseñados por Caraballo no temen a pruebas de calidad. Explica que durante años ha estudiado la tecnología, y su fabricación registra mejoras notables en cuanto a materiales, funcionalidad y garantía.

“He tenido ensayos y errores, pero la ventaja es que yo sé cuáles eran las fallas de esas camas importadas y las mejoré”, comentó. Una tenía que ver con el acoplamiento del motor y el soporte de las ruedas.

Otro elemento es que “las camas de Brasil se hacen con hierro negro – material 1020 – que lo croman; al momento es bonito, pero al año ya está deteriorado”. Caraballo incorporó la utilización de barras de acero inoxidable, lo cual amplía la garantía del producto.

Adicionalmente, el diseño del varguense consta de un sistema relemático. Explicó que esto es contrario a los equipos importados que utilizan el microprocesado: “Esa es la tecnología del mundo, pero las compañías la usan porque así tienen el control de la asistencia técnica”.

LOGRAR LA INVERSIÓN

Recientemente Caraballo fue beneficiado por el Banco Bicentenario con un crédito para producción de 200 mil bolívares. El joven celebra el apoyo; sin embargo, la fabricación de estos equipos requiere de una mayor inversión.

Actualmente solo el costo de la barra de acero inoxidable y las ruedas que se requieren para el diseño supera los 50 mil bolívares. A eso se suma, indicó, el cambio constante de los precios de los otros materiales. Confiesa que “ahorita ni sé en cuánto puedo vender una cama”.

Del total de las piezas utilizadas, solo el motor es importado. El resto de las cosas son hechas en Venezuela, “pero con toda esta guerra no está fácil conseguirlas”.

Cree que en estos tiempos “hay que ponerle cuidado a la cadena de comercialización”. Mencionó como ejemplo lo paradójico de lo difícil que resulta para un fabricante conseguir una lámina de hierro en un país que cuenta con empresas como Sidor.

“Me sale muy costosa y cada vez es un precio diferente. Entonces, si eso lo fabrica Sidor, ellos puede venderme directamente a mí; así el dinero del crédito me rinde más y obviamos un montón de estafadores”, planteó Caraballo.

LOGRAR LA INDEPENDENCIA

La distancia que existe entre Pariata y Montesano, es la misma que hay entre la casa de Caraballo y su pequeño taller. La infraestructura es humilde y él reconoce que no está ubicado en el lugar idóneo.

Allí confiesa: “Como verán yo no puedo competir con China y quizá ahorita importar las camas quirúrgicas sea más barato. Pero va a pasar lo de siempre: dependencia”.

El joven no niega que iniciar el proceso de producción masiva en este momento “nos puede costar un poco más”. No obstante, alega que “se trata de lograr la independencia tecnológica”.

También sabe que otra opción es “seguir haciendo mis camitas y las vendo a algunos médicos”. Pero expresa que no puede descartar de su mente a una Venezuela productora e innovadora.

“Yo solo puedo hacer ocho camas cada tres meses. Pero imagina que tenemos un galpón en una zona industrial, con los muchachos capacitados. Podríamos atender los hospitales, los Barrio Adentro y las clínicas. Y si exportamos podríamos generar divisas y no depender tanto del petróleo; en eso es que tenemos que pensar”, propuso Caraballo.

NO SOLO DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA VIVE EL HOMBRE

El espacio de la sala que ha tomado Eduardo Caraballo para continuar el trabajo en casa está lleno de piezas mecánicas, herramientas, un corcho en el que se anclan los próximos prototipos a diseñar y muchos libros y catálogos sobre electromedicina.

Pero en uno de los rincones se encuentra otro elemento que para algunos podría parecer extraño. ¿Usted es músico?, fue la pregunta. “Desde los cinco años”, la respuesta inmediata.

Un piano de siete octavas sirve a otra de las pasiones de Caraballo. Su padre lo enseñó a tocar desde niño y desde entonces no pasa un día en el que – “al menos media hora” – sus dedos se entreguen a las notas de cada tecla. El tablero de ajedrez no está a la vista, pero esa pasión también se revela en la conversación.

Antes de salir hacia el taller, otra faceta de Caraballo se descubre. Es dueño de una camionetica vans con la que no solo transporta sus camas quirúrgicas, también cubre la ruta nocturna de transporte público en Maiquetía.

“Con esa misma camionetica – que yo la amo – perseguí a Chávez en la última campaña para mostrarle mi cama. Yo sí quería que él la viera, pero no pude”, contó el joven.

T/ Jeylú Pereda
pereda-j@correodelorinco.gob.ve
F/ Roberto Gil

Como Caraballo hay muchos en el Territorio Nacional y principalmente en las zonas mas apartadas de las grandes Ciudades. Tienen unos sueños inmensos y buscan la forma de hacerlo realidad pero es bastante dificil. Porque en el pais no hay un plan para esto. Son sueños que no tienen la documentacion que se exije para un prestamo (RIF, Solvencia laboral,ley politica ect.), no tienen sede de funcionamiento.
Se requiere un trato especial de identificacion, saber donde estan y contactarlos. No dejarse engañar por las mafias que todo lo arropan.