En el capitalismo los procesos electorales son apenas unos del conjunto de expresiones de la lucha de clases, en los que los partidos políticos son manifestaciones de clases sociales o fracciones de las mismas. De tal manera que determinados líderes, dirigentes, organizaciones partidarias, instituciones de derecho privado y especialmente partidos políticos se convierten en personificaciones del capital.
Es así que el multipartidismo es expresión típicamente burguesa de la democracia política, que ocultan la lucha del capital contra el trabajo, la explotación del trabajo humano y el dominio del capital sobre el trabajo en las relaciones sociales de producción, con ropaje de derechos ciudadanos, de derechos políticos.
La lucha política mediante el multipartidismo y el mismo bipartidismo obedecen a estrategias de la burguesía, del capital para obtener o mantener, a través de sus voceros, el control político del Estado, para que se constituya en reproductor de sus intereses, para maximizar sus ganancias y aumentar la tasa de plusvalía.
Cuando la clase obrera, como clase en sí, asuma el control político del Estado y desaparezca el trabajo asalariado, ya no será necesaria la lucha partidista, porque se habrá abolido el capital como relación social, el poder patrimonial de los medios de producción será de la clase trabajadora en su conjunto.
Las decisiones estarán descentralizadas en los centros de producción de bienes y servicios y en los territorios sociales significativos, donde radicará la democracia la genuina democracia.
Ello es una democracia radical que se construye en la vida cotidiana de la fábrica y del territorio donde se habita, que es superior a la democracia burguesa y a la institución electoral predominante.