Rabia, impotencia, miedo… esta mezcla de sensaciones que me hielan la sangre y me coartan el ser. Dónde estarás, qué estarás haciendo, a qué camino marcharás y qué ideas levantarás como banderas hondeadas por el viento. Siento tu calma y me produce zozobra, me causa desvelos…
Así comenzaba una carta que le escribí al Camarada Llamarada el 11de abril cuando me dijo que estaba en Miraflores, dispuesto a morir por la Revolución en la que creía. La misma carta culminaba diciendo: creo que le serás más útil al país con tus canas que con tu sangre.
Quizás en el 2002, Carlos Escarrá Malavé era otro héroe anónimo. Ya en enero del 2012, tanta gente queriendo darle el último adiós en la Asamblea Nacional, era el mejor reconocimiento de que sus canas no habían sido en vano. El presidente Hugo Chávez, nuestro gigante, hasta lo llamó «maestro» confiriéndole la Orden Libertador en su Primera Clase.
En la IV, era un Robin Hood del derecho que cobraba a los ricos y trabajaba gratis a los pobres. Siempre vinculado a la política como forma de vida y sobretodo de justicia social. Una fundación con el nombre de su madre, organizaba compañeros abogados y médicos, para asistencia gratuita en zonas humildes.
Representación estudiantil desde joven y luego de egresados y de docentes. No era solo profesor; sus alumnos eran hijos circunstanciales a quienes debía enseñar a entender esa justicia, esa que imaginaba como una mujer desnuda, libre, sin vendas en los ojos, levantando la espada de Bolívar, erguida y presta a defender «lo justo». Y en sus clases y en su vida, siempre con una visión de transformación del Estado, del Poder Judicial, para acortar el abismo que existía entre el Estado y la sociedad.
Miembro de la Sociedad Bolivariana, hace mucho hablaba de una Constituyente, de formas de organización locales, de desconcentrar el poder, de la soberanía popular, de otra forma de entender la democracia.
Ya en la V, sostuvo muchas luchas, desde las instituciones o fuera de ellas. «Por una Venezuela digna y feliz». Hubo tantas que no caben en este artículo, batallas jurídicas, políticas, sociales, batallas de formación y de conciencia, con la juventud, y con «Juan Bimba», del «Abogado de la Revolución».
Silvio suena, «yo me muero como viví» es expresión de lo que era/es ese «necio», empecinado en cambiar la historia, leal a sus principios, irreverente, soñador… mi padre.