El padre del materialismo dialéctico Karl Marx dejó escapar un comentario bastante subjetivo en su Manifiesto Comunista, sorprendiéndonos con una fibra carnal en un intelectual de pretensiones tan cientificistas como él. Así dice: “Se ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al hombre de ciencia, se les ha convertido en sirvientes asalariados… Se ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que cubría a las relaciones familiares, y se han reducido a simples relaciones de dinero”.
Dentro de este proceso de deshumanización social, Karl Marx observa cómo los encargados de preservar los valores morales y espirituales en la comunidad se han convertido en herramientas de la mercantilización, la manipulación y el imperialismo, por lo que, lleno de impotencia, lanza su tajante y malinterpretado epíteto de “opio del pueblo”, con respecto de la religión.
Marx lo admitió, el problema no es solo socio-político. Hay un problema moral y espiritual en cuanto a la pérdida de los valores, en cuanto a la concepción ulterior de las labores sociales, las cuales deben concebirse más allá de la mera subsistencia o del intercambio comercial.
Por ello, se hace necesario que la religión asuma su labor social, auténtica y desinteresada, de preservar estos valores. Hoy en día, reivindicar la fe, y enrumbar a la sociedad hacia lo moral y lo humano, en los que el capital y la supervivencia del más apto no sean ya los dioses omnipotentes de este tiempo, es la misión que deben cumplir judíos, cristianos y musulmanes.
Dentro del llamado hecho por el presidente Nicolás Maduro para derrotar la violencia y construir la paz, la religión debe asumir un gran rol: debe llevarnos a comprender el mundo desde un punto de vista holístico, a concebir al ser humano como un ente tanto social como espiritual.
Debe darnos enseñanzas que nos despojen de las bajezas que corrompen nuestro ser; debe brindarnos razones, argumentos sólidos, que den sustento a una concepción idealista, rica en valores, y no pragmática de la vida; pero además, a través del cristal de estas enseñanzas, debe llevarme a entender mejor la realidad social.
Si la religión falla en este cometido, y no solo deja de llevar la luz a las tinieblas, sino que también se transforma en una herramienta de manipulación de los grandes poderes, terminará dándole la razón al atormentado Marx, cuya intención original no era satanizar la religión, sino señalar lo que ocurre cuando ésta no cumple con su cometido.
Se transforma en opio, droga extraída de la planta Papaver Somniferum (mejor conocida como “adormidera”), la cual produce cansancio, mareos y somnolencia, y termina abstrayendo a la persona de la realidad.