Lo dicen crecientemente, incluso, voceros opositores: la moda de las huelgas de hambre tiende a languidecer en Venezuela. Una práctica política importada de los libros de Gene Sharp y de las teorías del “golpe suave” empieza a mostrar signos de agotamiento y cansancio, que podrían desacreditar a sus practicantes y hacerlos obtener justamente el objetivo contrario de lo que se proponen.
Tal Cual -periódico furibundamente antichavista– cita hoy al analista Nicmer Evans, quien advierte que la utilización desmesurada de esa herramienta responde a un manual importado que, más temprano que tarde, hará que la misma caduque en Venezuela.
Para Evans, quienes manejan esas huelgas de hambre gremiales tienen una intención de fondo que es la de desestabilizar, como sea, al gobierno de Chávez.
“El exceso del abuso de una herramienta como esta, banalizada, trivializada, y materializada va a tener que perder vigencia en un corto plazo. Primero, porque el Estado no puede dar las concesiones a todo el que diga que se va a coser la boca y además porque justamente ha perdido ese sentido noble de la lucha“, dijo.
El analista concluyó que estaríamos ante “el vencimiento de ese recurso”. Sus opiniones coinciden con una huelga de hambre de enfermeros que acumula ya varias semanas frente a la Embajada de Brasil.
A pesar de que el gobierno bolivariano ha anunciado aumentos de salarios para el sector y atención a sus demandas, los huelguistas mantienen una posición intransigente que, a todas luces, amenaza con desatar un efecto boomerang para sus propósitos. Vivir para ver.