El fantasma de la invasión estadounidense ha recorrido el imaginario venezolano a partir de la “Orden Ejecutiva” firmada por el presidente Barack Obama en la que se declara a Venezuela como “una amenaza a la seguridad nacional” de Estados Unidos. Desde quienes se declaran dispuestos a dar la vida por la Patria hasta los cipayos descerebrados que se regocijan porque ahora sí los chavistas están fregados, pasando por los escépticos que escuchan esta hipótesis como algo lejano y ajeno.
Estas especulaciones no surgen producto de la imaginación febril o el delirio colectivo. Lamentablemente, la experiencia histórica indica que en reiteradas oportunidades Estados Unidos ha iniciado un proceso injerencista con este tipo de declaratoria y lo ha terminado con una agresión militar directa.
Sin embargo, señalar la hipotética invasión puede tener el efecto contraproducente de no combatir la invasión que ya tenemos en casa.
La invasión del dólar paralelo descontrolando la economía. El dólar, ni más ni menos, la moneda de la potencia agresora, es el principal instrumento de guerra contra el país desde hace dos años.
La invasión de paramilitares, que no solo fueron los jefes de las guarimbas, sino que son los principales responsables de los más atroces hechos de sicariato en las ciudades y el campo. Estos grupos son un instrumento de la agresión imperialista en Venezuela.
La invasión del contrabando, que va de la mano del uso del dólar como instrumento de dominio económico y del paramilitarismo como estructura delictiva.
La invasión de la dominación financiera del país, que eleva las tasas de interés internacionales de manera usuraria, lo que implica un virtual bloqueo financiero (que el presidente Nicolás Maduro ha logrado romper en su reciente gira internacional).
La invasión cultural, que domina las mentes y los corazones de vasta parte de la población, con especiales estragos en los jóvenes de nuestra Patria, convirtiéndolos en admiradores de la potencia opresora, del modo de vida americano, e infundiéndole sus antivalores: el individualismo, el hedonismo, el consumismo…
La mejor forma de evitar la posible invasión yanqui es enfrentar la invasión que ya está aquí.