En estos momentos, la situación en el Paraguay catalogada por muchos como un «Golpe de Estado con Ropaje Institucional” se ha convertido en el asunto regional más importante de Suramérica. Al mismo tiempo, las manifestaciones violentas de los cuerpos policiales en Bolivia que incorporan elementos polémicos como el contrabando y el robo de armas, amenazan la estabilidad de la zona andina; ALBA y Mercosur, mediante el ataque de dos de sus estados más débiles, con estructuras económicas e instituciones democráticas vulnerables.
La Unasur enfrenta una nueva prueba de fuego regional, una guerra de baja intensidad contra la hegemonía imperial, en esta transición inevitable hacia un mundo pluripolar.
En este contexto, existe en el horizonte político un elemento decisivo para Venezuela: las elecciones presidenciales del próximo 07 de octubre. Hecho trascendental para determinarla continuidad de la Revolución Bolivariana, proceso que ha sido punta de lanza en la transformación de la correlación de fuerzas a nivel regional durante la última década. Es precisamente la alteración de este viraje popular y la búsqueda de una situación de inestabilidad regional, lo que se persigue a través de la estrategia intervencionista denominada “Estado Fallido”.
La tesis del Estado Fallido, es la estrategia de intervención y dominación imperialista que supone la generación de un conflicto interno, para justificarla ruptura del hilo constitucional y democrático, al efectuar un golpe de Estado, que intenta disfrazarse de decisión soberana de los pueblos, utilizando factores como: medios de comunicación, iglesia, paramilitarismo, narcotráfico, manipulación de instrumentos jurídicos, sublevaciones, movilizaciones, redes sociales, etc. De esta manera, para profundizar la presencia y el control a un determinado estado se alude debilidad o fallo interno para asegurar su paz o supervivencia.
Esta estrategia supera al “Juego Democrático” instalado tras el Fin de la Guerra Fría y de las dictaduras militares en el Cono Sur, y en Venezuela desde 1958. Este juego democrático burgués, de corte bipartidista, agotó su modelo de dominación en la región a partir del triunfo de la Revolución Bolivariana y el debilitamiento de la unipolaridad con la construcción del mundo pluripolar, empezando a ser superado por los gobiernos populares, incluso en Paraguay, donde la dictadura más larga del continente mantiene su estructura política tradicional.
La aplicación del Estado Fallido en Venezuela en 2002, Bolivia en 2006, Ecuador en2008, Honduras 2009 y Paraguay 2012, se desarrolla bajo la lógica de Guerra de Baja Intensidad en un escenario global sin enfrentamiento militar entre potencias, sino en un enfrentamiento Imperio vs Periferia por el mantenimiento de la hegemonía imperial. Al mismo tiempo, se confirma la hipótesis de que el Estado Fallido es la nueva estrategia imperial para América Latina y El Caribe, superando la vieja táctica del juego democrático, que fue un retoque a la Doctrina de las Dictaduras Militares.
A la luz de estas afirmaciones, seria interesante analizar la estrategia de la oposición venezolana de cara al 7-O. Sin duda, el discurso opositor, encabezado por el candidato imperial Henrique Capriles Radonsky tiene todos los elementos previamente cuestionados. La manera como se aborda el tema de la inseguridad, la inflación, la ambigüedad con la que se trata el reconocimiento a los resultados del 7-O, suponiendo un cuestionamiento al CNE como árbitro electoral, son argumentos que sin duda alguna plantean a este Gobierno, como un Estado desbordado por conflictos. Es la tesis del Estado Fallido aplicada a Venezuela. Son los lacayos del imperio, aplicando el libreto redactado por su patrón. Es la nueva estrategia imperial, pero la misma guerra de 200 años, el mismo conflicto histórico: ¿Patria o Imperio? ¿Socialismo o Barbarie?