Martes, 18 de noviembre de 2014. Son las 9,45 de la noche. Termino en este momento de ver el programa durante el que el presidente Nicolás Maduro, haciendo uso de sus facultades habilitantes, firmó ante las cámaras de televisión un conjunto de nuevas leyes revolucionarias, incluyendo también una serie de reformas cuya aprobación se consideró necesaria.
Me siento altamente emocionado y contento con lo que acabamos de ver.
Estos sentimientos se potencian además al acordarme de las oportunidades en las que el presidente Hugo Chávez hizo lo mismo: avanzar pasos importantes hacia la renovación integral, absoluta, de todo el cuerpo de leyes, a fin de que todas ellas, sin excepción, le sirvan a la Revolución y a nuestro pueblo.
Le agradezco por tanto, como ciudadano, al presidente Maduro y a su equipo de gobierno, por haber hecho esta tarea de patria en el tiempo previsto. Es una lección de eficiencia y compromiso.
Ahora le toca a la Asamblea Nacional seguir avanzando en la estrategia de renovación absoluta del cuerpo legislativo para que en un plazo determinado no quede ni una sola ley, ni un solo reglamento, que no esté en consonancia con el espíritu de la Revolución Bolivariana y chavista en su propósito de transformación profunda del país y de la sociedad.
Pues no se pueden lograr los objetivos que la Revolución se plantea, basando nuestra actuación en leyes que contradicen el esfuerzo de todo el pueblo, es decir, en leyes que no estén a la altura de los requerimientos.
No tiene lógica. Las leyes deben ser una palanca para modificar la realidad y nunca un estorbo.
¿Qué plazo nos damos, entonces, para renovar todo el cuerpo de leyes? Yo pienso que lo ideal sería concluir esa tarea en este mismo periodo presidencial, para lo cual nos queda un poco más de cuatro años.
Si esto es así, debería ser un propósito superior de todos nosotros lograr que para el año 2019, no quede en materia legislativa ninguna reminiscencia del pasado cuartorrepublicano.
Esa es una de las condiciones sustanciales para hacer que este proceso sea de verdad irreversible. Estoy convencido de ello.