Alberto Aranguibel B. | Las listas del fracaso (Opinión)

“Que no dejo a mis hijos y mi

mujer nada material y no me apena;

me alegro que así sea. Que no pido

nada para ellos, pues el Estado

les dará lo suficiente para vivir

y educarse.”

Ernesto “Che” Guevara

La mezquindad, como base fundamental de la filosofía capitalista, es el rasgo de la conducta humana que más allá de toda teoría economicista o social determina la naturaleza salvaje y brutal del capitalismo.

La indiferencia hacia el padecimiento de la gente que de forma doctrinaria se ejerce en el capitalismo, argumentada bajo la inmoral premisa según la cual la riqueza surge del trabajo individual y en virtud de ello debe pertenecer solo a aquel que la forja con su esfuerzo propio, es la más viva expresión de una cultura del egoísmo como norma de conducta cuya traducción esencial es el desprecio a toda noción de solidaridad, es decir; de comunidad y hasta de sociedad en términos generales. El socialismo es así un concepto repudiado por el capitalista, no tanto por su naturaleza contra hegemónica en función de la justicia social, sino por el carácter igualitario del modelo.

Desde los orígenes mismos de las sociedades organizadas, la idea de la supremacía de unos individuos sobre otros ha estado presente a lo largo de la historia. El afán por imponer la desigualdad se ha expresado siempre de una u otra manera, a veces en formas crudas y violentas, como las guerras, y en otros casos en forma de búsquedas del supuesto engrandecimiento del ser humano, como propone la idea de fondo de las competencias deportivas.

Contrario a lo que se predica desde el ámbito del quehacer deportivo, el deporte no es sino un mecanismo más de desmovilización de la sociedad, que a partir de esa sed de superación individual inoculada al ser humano a través de la historia busca inhibir la naturaleza gregaria del hombre y evitar así el surgimiento de las ideas de organización social que tanto teme la hegemonía burguesa dominante. En la idea del deporte subyace el mensaje persistente de la segregación según el cual solo algunos pocos en la sociedad son los aptos para las tareas más arduas y complejas. De entre esos aptos, solo uno será siempre el campeón absoluto.

Llegar de primero ha sido el reto que ha impulsado durante siglos la voluntad de crecimiento del hombre en las categorías más infinitas e inimaginables. La más intensa y contante ha sido sin lugar a dudas la de acumular cada vez más mayor riqueza. En ello, como en el deporte, la sociedad será solo espectadora pasiva de las contiendas. Su único rol será el de consumidor.

Los aptos serán mostrados a la sociedad mediante listas de desempeño en las que se establecerá la grandeza de cada uno de ellos de acuerdo a su posición en las mismas. La revista norteamericana Forbes, por ejemplo, se especializa en esa tarea de mantener al día las listas de los millonarios más acaudalados del mundo año tras año. La exposición mediática imprime valor al rol que como multimillonario se alcance mediante su actuación como capitalista destacado, porque es a través de la admiración que la sociedad sienta por esos acaudalados como vale la pena competir para desplazar al resto, toda vez que la inmensa fortuna que cada uno de ellos posee, ni por muy botaratas o despilfarradores que fuesen, no es imprescindible a partir de unos cuantos cientos (o incluso miles) de millones de dólares para asegurar ni la vida ni el confort más grande con el que se desee vivirla. Ni la suya individualmente ni la de su familia y su heredad en pleno.

En esa lista acaba de aparecer este año (2015) un grupo de prominentes empresarios venezolanos, cuyas inmensas fortunas desbordan todo lo imaginable. El señor Gustavo Cisneros, de 69 años, dueño de uno de los emporios empresariales más grandes del país, que incluye fabricación de productos de consumo masivo y medios de comunicación, con un total de 3.6 millardos de dólares de riqueza personal. Le siguen el banquero Juan Carlos Escotet, de 55 años, con un caudal personal de 3.3 millardos de dólares en su haber y Lorenzo Mendoza, propietario del más grande consorcio empresarial del país, las empresas Polar, con una fortuna personal de 79.200 millones de dólares.

Las cifras, además de la obscena codicia que expresan, sobre todo en el caso del fabricante de cervezas y productos alimenticios, que vive argumentando asfixia financiera para producir la harina de maíz que el pueblo demanda, demuestran de manera innegable e incontrovertible que en Venezuela no existe ninguna crisis económica en modo alguno que no sea la que busca tratar de saciar la voracidad de divisas de un sector privado miserable que no se cansa de especular para acumular cada vez más mayores fortunas, como esa de los laboratorios farmacéuticos a quienes se les ha demostrado esta misma semana su participación directa en el desabastecimiento inducido de medicinas en el país mediante la utilización de la enorme cantidad de divisas que les ha sido entregada por el Estado no para importar medicamentos sino para inyectarlos al mercado paralelo generando el descontento popular a la vez que amasan cada vez una mayor cantidad de dinero.

Pero demuestran también, y eso quizás es lo más importante para las venezolanas y venezolanos que están padeciendo hoy la infamia de la guerra mediática que quiere acabar con la revolución bolivariana acusando de ladrones a los dirigentes de la revolución bolivariana, que los únicos que están haciendo dinero hoy en Venezuela son los mismos que se quejan a través de esa guerra mediática de una supuesta imposibilidad para el desempeño del capital privado en el país.

Ni en la lista de Forbes ni en ninguna otra aparecen registrados ni Diosdado Cabello ni ningún otro dirigente o funcionario del gobierno bolivariano como tanto han querido hacer ver los sectores de la derecha que hoy conspiran contra la democracia venezolana con base en la falsedad de acusaciones infundadas y calumnias contra los hijos de Chávez. Desconocen que a los revolucionarios no los mueve el afán del dinero, porque al revolucionario lo inspira el deseo impostergable de la justicia social y no la mezquindad o el egoísmo en el que se funda el capitalismo y por eso fracasan en su estúpido intento de descalificación.

Mientras esos sectores acusan sin prueba alguna que soporte sus absurdos alegatos, lo que aparece cada vez más ante la opinión pública son las evidencias irrefutables de los hechos de corrupción en los que están incursos los dirigentes de la oposición, como ha podido constatar el país de manera reiterada y recurrente a través de videos, llamadas telefónicas, cheques impresos, fotografías, y un sinnúmero de pruebas que dan cuenta del carácter corrupto y delincuencial de esa derecha inmoral e inescrupulosa que hoy, asociada a los más perversos y miserables sectores del capitalismo especulador nacional y transnacional, pretenden hacerse arbitrariamente del poder para reinstaurar el modelo neoliberal en el país.

Algo así como lo que les acaba de pasar con el escandaloso affaire internacional que intentaron montar con una lista de depositantes venezolanos que un empleado de un importante banco suizo, el HSBC, filtró a la prensa mundial, y que la derecha quiso usar como prueba definitiva del pillaje de la dirigencia revolucionaria venezolana. El resultado no pudo ser más trágico para el antichavismo nacional e internacional; en la lista solo aparecieron un locutor de televisión (empleado de Gustavo Cisneros), un dirigente de Acción Democrática, partido integrante de la llamada MUD, varias figuras destacadas de la organización antichavista Gente del Petróleo, y una gran cantidad de personas pertenecientes a varias de las más renombradas familias de la alta burguesía venezolana, de La Lagunita y del Country Club, ninguno de los cuales puede ser señalado en modo alguno de chavista o de izquierdista siquiera.

La inefable lista del HSBC, pasará a la historia sin lugar a dudas como el más duro golpe que durante mucho tiempo se habrá dado la contrarrevolución y el antichavismo en su empeño por acabar con el sueño de Chávez. Un verdadero tiro por la culata que hizo quedar en ridículo a los más encumbrados estrategas de la guerra de cuarta generación desatada hoy contra la democracia venezolana, y los coloca en el “pódium del fracaso” en el lugar que siempre les ha correspondido… ¡el número uno de la lista!

T/ Alberto Aranguibel B.

Cisneros, Escotet y Mendoza son los venezolanos más ricos, sin ser inventores de nada nuevo, sin producir un bien o un servicio innovador y expandido a todo el planeta, sin ser creativos de nada relevante, solo usureros de profesión, lo que significa que quizás sus riquezas son mal habidas, y deberían ser expropiadas y redistribuidas entre sus empleados y el resto de Venezuela, a menos que justifiquen (lo imposible y esto sea avalado por un estado sin vergüenza) de cada bolívar (perdón cada dólar) que conforma su inmensa y corrupta riqueza.

La lista FORBES, es realmente la lista de los ladrones más exitosos del planeta, porque es imposible generar tanta riqueza, aunque sea heredada, en menos de 100 años de vida.

  • Si alguien quiere conocer parte de la esencia del socialismo, comprenda los párrafos 3 y 4, recomiento este artículo, y deberían difundirlo por su excepcionalidad

  • Es buena tu opinion, pero alberto, debemos dar ideas como neutralizar a la oligarquia parasitaria (comerciantes que no producen nada) y monopolistas que acaparar y presionan al EDO, para que le autoricen aumento exajerados y ellos ganen mas, pues hay que estudiar y si es posible expropiar esos monopolios asquerosos o penetrarlos con una relacion mixta con el estado, si y solo si el EDO tiene mayoria accionaria, pero ir pensando tambien en desaparecer a traves de un referendum, la propiedad privada de los medios de produccion, pues por ahi nos tienen jodidos y con la dependencia del petroleo(ingresos), pues no producimos practicamente nada de nuestros alimentos todo lo importamos(maiz blanco,amarillo, granos leguminosos, carnes de res, pollo y pare de contar, no se como el imperio ha dejado entrar algunos alimetos y medicamentos, pues como tiene las maquinas de hacer el billete verde, podrian ponerse en alta mar, Rubio y Noriega a comprar los alimentos y medicamentos y echarlos al mar.