A la par de las transformaciones suscitadas a partir de 1999 hasta nuestros días deberían las universidades autónomas y las experimentales protagonizar procesos democráticos, de verdadera inclusión, sentido de pertenencia y universalización.
Las instituciones de educación universitaria conservadoras desde antaño, impermeables a cambios, son las más antidemocráticas; en primer lugar, porque las decisiones que implican un universo de 60 mil personas por ejemplo, las toman los consejos universitarios, especie de Olimpo de diosas y dioses, cuyos miembros –en algunos casos 21 personas-, se sienten inmortales.
En segundo lugar, no basta que el CNU envíe una lista con un número reducido de jóvenes asignados y con esto, creen las universidades, que se lavan la cara para mostrar inclusión. Estando ya seleccionados u otros entrando por pruebas internas y méritos, la inequidad se hace presente.
Darcy Ribeiro apunta en su libro La universidad nueva: un proyecto: “…es necesario ir adelante desenmascarando el carácter desigualitario de la comunidad universitaria. En primer lugar está la existencia de una categoría minoritaria de estudiantes socialmente privilegiados, y otra ampliamente mayoritaria, constituida por el proletariado estudiantil… que debe trabajar para costear sus estudios, y que por provenir de capas sociales más pobres y menos cultas, encuentra dificultades para comunicarse socialmente con las eminencias de la comunidad universitaria».
Y más adelante manifiesta que los jóvenes excluidos que no aprueban los exámenes de ingreso no tienen oportunidades de nivelarse, pues la misma universidad no provee cursos para superar debilidades en comprensión de textos que nunca fueron escritos para ellos sino para una comunidad académica y científica.
Mucho se ha debatido sobre la transformación en universidades, altos funcionarios repiten discursos, pero teniendo posibilidades de verdadera transformación, algo siempre queda a la mitad, permanecemos con el anhelo de ver a las universidades acometiendo tareas revolucionarias, despojándose de su altivez enceguecida, reventando la burbuja que las separa del pueblo.
“Mientras la revolución social no avance lo suficiente en la transformación del contexto social para que nuevas directrices de la educación nacional se tornen más claras e imperativas, la Universidad se debatirá entre la perplejidad y la ambigüedad”. (Darcy Ribeiro).