Alberto Aranguibel B. | Para acabar con las colas (Opinión)

Para el capitalismo la ideología es un activo no redituable cuyo valor es cuando mucho el de lo que la ingeniería estructural denomina carga muerta. Su confrontación con los modelos alternativos de cualquier signo tiene su origen y única razón de ser en la necesidad de captar mercados, no espacios políticos para la promoción de ninguna doctrina social, ni para la consolidación de la democracia o de territorios de libertad como sostienen los imperios.

Su lucha es por hacerse de los recursos energéticos de todo tipo más allá de sus fronteras y por el control de economías que sirvan al propósito expansivo de los mercados para sus grandes corporaciones (lo que equivale a restringir a la vez las posibilidades de crecimiento de las corporaciones competidoras o enemigas, como más gusta llamarles a los Estados Unidos).

Siendo pues que los mercados son inevitablemente finitos, fundamentalmente en virtud del irreparable percance de que la tierra es redonda, la expansión de esos mercados tampoco puede ser infinita y las corporaciones se verán siempre de manera indefectible en la obligación de; o adecuarse al ritmo del crecimiento vegetativo de esos mercados, o crecer no hacia abajo sino hacia arriba, es decir, orientar sus posibilidades de incrementar utilidades mediante el juego especulativo de capitales en las bolsas de valores.

Entre una opción y la otra, la fórmula prodigiosa para el incremento de las ventas para todo tipo de corporación ha sido hasta ahora la comercialización de productos de consumo masivo, incentivada por las posibilidades de multiplicación de los mercados que determinan dos factores específicos; la moda y la obsolescencia programada.

A través del poderoso entramado comunicacional sobre el cual se soporta el modelo capitalista, la publicidad convierte de manera incesante los sueños en necesidades impostergables. De ahí surge el monstruo de la enajenación social que al decir de Erich Fromm alcanza las relaciones de los seres humanos con sus semejantes promoviendo asociaciones instrumentales y egoístas. “Todo el mundo es una mercancía para todo el mundo –dice- incluso en la relación del sujeto consigo mismo, posee una orientación mercantil, donde nuestro valor depende de vendernos bien.”

La moda no es otra cosa que el proceso de ansiar con frenesí insaciable un determinado objeto, para asumirlo como inútil inmediatamente después de que su modelo es desplazado por el nuevo. La obsolescencia programada, una variante de la moda pero mucho más rigurosa en su comportamiento, es simplemente la planificación de la vida útil de los objetos por parte del fabricante, para hacerlos vigentes solo hasta el instante en que este decida, arbitraria y antojadizamente, que se ha completado su ciclo mercadotécnico.

A ese ritmo perverso debe someterse indefectiblemente el ser humano en el capitalismo, so pena de ser arrollado por la vorágine de la exclusión social y del olvido de la historia. Desde que llega al mundo, todo cuanto tiene que ver con sus necesidades más apremiantes y hasta sus deseos más frívolos estará signado por la demoledora lógica de la moda y del consumismo, en lo cual las más de las veces su poder adquisitivo se verá siempre mermado por el mismo conjunto de factores ideados por el modelo para apropiarse de su dinero; la especulación y la inflación.

Más allá de la naturaleza explotadora del capitalismo, una vez superada esa fase de apropiación de la plusvalía que el trabajador genera, su asalto al ser humano se extiende hasta lo más esencial de la vida de una manera tan absorbente que la convierte ya no en vida sino en tortuosa sobrevivencia. El profesor chileno Alvaro Cuadra, sostiene a este respecto en su libro De la ciudad letrada a la ciudad virtual que “El consumismo constituye una nueva habla social que ante la bancarrota de los metarrelatos articula una pluralidad de microrelatos efímeros, no trascendentes y despolitizados, que transforman una ideología en sentido común. El consumismo es un nuevo ethos cultural en que las necesidades impuestas por un orden económico devienen impulsos o deseos.”

El deterioro de la integridad mental del individuo en la sociedad capitalista es acelerado permanente e irremediablemente por el sistema, como si el mismo no fuera sino una pulpa vegetal a la que hay que exprimir hasta resecarla bajo la justificación de una filosofía que se presenta como un dogma religioso de carácter inquebrantable. Sobre esto dice Cuadra en su texto: “Al masificarse los comportamientos mercantilistas –el consumismo- se instala una ilusoria igualdad social; el mercado incorpora en una lógica de conjunción a las más amplias capas de la población. El consumismo no es otra cosa que la consagración de la mitología burguesa y su disolución en lo cotidiano”

De esa manera, todo tipo de mercancía o bienes transables, desde cigarrillos hasta mansiones de lujo, pasando por bebidas, alimentos, prendas de vestir, artefactos eléctricos, vehículos, yates y hasta aviones, se convierten en objetos de culto de un modelo decadente que degrada al ser humano para realizar su aspiración de abarcar cada vez más posibilidades de comercialización.

Por eso, antes que por razón alguna asociada a políticas económicas de gobierno, la fuerza que genera las colas de hoy en Venezuela para acceder a la posibilidad de adquirir a bajo costo los productos y alimentos de primera necesidad, son solo producto de la agresión sicológica de la que ha sido víctima la población, que no ha dejado de tener garantizado el subsidio del Estado a esos productos, sino que los mismos han sido secuestrados de manera criminal por las mafias especuladoras que los han sacado del mercado para provocar el alza indiscriminada de precios.

Una perturbación que deriva directamente del más crudo capitalismo, con toda la rigurosidad filosófica de la especulación y de la usura más cruel y salvaje, que lleva a la gente a ansiar con desesperanza mercancías que incluso a veces ni siquiera necesita y que provoca la sensación irrefrenable de que todo pudiera resolverse mediante un cambio de gobierno y no mediante la erradicación del verdadero percance que genera la inclemencia de las colas, como en efecto tiene que hacerse cuanto antes.

Por supuesto que deberán tomarse cada vez más medidas de gobierno para contrarrestar los efectos perniciosos de esa vorágine de las compras compulsivas que, junto al acaparamiento y la desinversión, detonan el ciclo recurrente del desabastecimiento que a su vez desata de nuevo la furia consumista hasta el infinito. Pero eso no bastará.

No bastarán tampoco los certeros golpes contra el contrabando de extracción, ni el bachaqueo interno de mercancías, así como tampoco la sincera reconvención necesaria de los sectores de la empresa privada que apuestan insensatamente a la alteración del sistema político con el concurso de la presión económica sobre el pueblo.

Ni siquiera será suficiente el acuerdo nacional con los sectores políticos que de manera obtusa colocan la solución del problema en un absurdo cambio de modelo económico que a la larga solo persigue la reinstauración del modelo neoliberal que engendró desde hace décadas toda esta tragedia.

Para acabar con las colas será necesario que las venezolanas y los venezolanos, todos por igual y a una sola voz, sin mezquindades ni cartas marcadas, pensemos en el país y no en revanchismos sectarios y pongamos cada quien desde su propia iniciativa y amor propio todo nuestro esfuerzo y nuestra disposición en pasar la página del delirio consumista que solo conduce a nuestro propio padecimiento y favorecen a las mafias hambreadoras.

No hay otra forma que no sea la de la elevación de la conciencia. Y en eso la revolución tiene una obligación histórica impostergable.

T/ Alberto Aranguibel B.

romper relaciones con COLOMBIA…! listo ¡ya basta de sustentar la economia apatrida de colombia!!! revisar y reformular los convenios bilaterales con la nueva granada, ajustar un precio internacional al precio de la gasolina y el gas, contextualizar la historia y la traicion de la nueva granada, ¿hay 6.000.000 de habitantes que estaran aportando al PIB venezolano? la gran pregunta, poner en su sitio a los ROLOS de la oligarquia colombiana!

  • o hay otra forma que no sea la de la elevación de la conciencia. Y en eso la revolución tiene una obligación histórica impostergable.
    Se puede moderar la propaganda a los productos esenciales.
    Una Señora en Bucaramanga hace protesta Radial. Sus familiares en Venezuela estàn obligados a hacerr cola para comprar.
    Se puede hacer un convenio con el Gobierno Colombiano: Decomisar todos los productos Venezolanos vendidos en todos los sitios del territorio Colombiano y devolverlos al Gobierno Venezolano.
    Permitir que familiares de Colombianos les envien los productos venezolanos a sus familiares.
    La cancillerìa Venezolana hacer lista de Colombianos residentes en Venezuela para ayudarlos a retornar a su patria.
    Hay soluciones.