La araña feminista|La píldora anticonceptiva, 52 años después (Opinión)

Pudiéramos comenzar destacando que la píldora anticonceptiva en Venezuela es “cincuentona”.

Mi generación fue una de las primeras de la historia que pudo separar sexualidad de reproducción, nuestras madres no pudieron hacerlo; fuimos de las primeras en politizar la maternidad que hasta entonces era casi nuestro único destino; fuimos las primeras que pudimos romper el mandato patriarcal de ser madre a toda costa que operaba como eje organizador de la vida de las mujeres.

Desde 1966 a la fecha gracias a esta pequeña píldora se han dado grandes avances en la vida de las mujeres (por ejemplo descenso de la fecundidad: 6,4 hijas/os por mujer en 1950 a 2,4 en 2011, las adolescentes mantienen tendencia al incremento).

Hoy esta píldora está acompañada de otros métodos de anticoncepción (su uso en adolescentes los conocen: pastillas 96%, preservativos 90%, DIU 80%, e inyectables 55%), que permiten a las mujeres dejar atrás este miedo ancestral a un embarazo no planeado o no esperado y por fin dejar circular libremente sus deseos.

Angustiosamente no todas las venezolanas pueden gozar de estos avances liberadores, pues muchas compatriotas todavía no planifican sus embarazos por diferentes razones: falta de una educación sexual integral, fallos en la distribución de métodos anticonceptivos por MPPS, pobreza o vigencia aún de arraigados patrones culturales.

La mujer sigue todavía siendo igual a hijas o hijos y, en tal sentido, su estatus más importante en la sociedad patriarcal venezolana es el de ser madre, situación que explica el aumento del embarazo adolescente (101 nacimientos por cada 1.000 mujeres de 15 a 19 años), porque como señalaba la ministra de la Juventud (2011) “…tener un hijo para una joven adolescente que no tiene mayores proyectos de futuro, puede convertirse en un proyecto de vida”.

También es preocupante el bajo porcentaje de mujeres de 15 a 49 años (47%) que usan algún contraceptivo (26% esterilización quirúrgica, 21% anticoncepción oral, 10% dispositivos intrauterinos, 3% preservativos, 4% ritmo y 5% retiro o coitus interruptus) cifras que revelan el elevado uso de la esterilización quirúrgica y una baja participación masculina en la anticoncepción.

Esta realidad se suma a otras dos: la más reciente (VIH-Sida/ETS) y a la más vieja (la infidelidad) que expone a las mujeres a embarazos no deseados y a enfermedades de transmisión sexual, porque estas realidades juntas se potencian.

La pregunta final: ¿qué hacer como sociedad frente a estas realidades tan complejas? Para comenzar es un problema de mujeres y de varones.

T/Carmen T. García R. (Movimiento de Mujeres de Mérida)
http//encuentrofeminista.weebly.com lapaginafeminista@gmail.com

Excelente artículo lo que necesitamos es mas educación sexual desde la educación básica parA crear conciencia entre los niños y niñas al momento de tener relaciones mas responsables y asi evitar los embarazo precoz y enfermedades venereas…