Alcanzar la conciencia colectiva de la capacidad liberadora del conocimiento tiene como premisa la comprensión de la historia como obra de los seres humanos y la universalidad de la universidad.
Universidad que ha de mirar de nuevo a la cultura y sus variaciones en tiempo y espacio, que se deslastra de la concepción de los conquistadores que nunca pudieron entender que el “Nuevo Mundo” no era una cosa, sino diversas sociedades complejas y maravillosas.
Una universidad que vuelve a la filosofía y a las matemáticas, que entiende a las ciencias como un todo y separadas al mismo tiempo.
Una universidad capaz de estudiar las nuevas tecnologías, que son la base material, para que el fenómeno de la comunicación social sea hoy convergente a “cero”.
Una universidad capaz de crear la nueva “Ciencia histórica de la economía política”, que encuentre fórmulas para superar la crisis orgánica del capitalismo y enuncie una sociedad en la cual el trabajo se coloque por encima del capital.
Una universidad que comprenda los nuevos ciclos de la producción y del comercio, el papel de los recursos naturales y la dialéctica política del mercado energético mundial.
Una universidad de calidad no puede estar guiada por el lucro, porque su función no es solo crear profesionales.
La universidad que viene ha de crear ciudadanos libres y solidarios.