Es ya un convencimiento de la sociedad venezolana que la “burguesía nacional”, dependiente casi de forma exclusiva de la de Estados Unidos, fracasó en la única tarea que tenía, que era la de producir la industrialización del país, desarrollando sistemas de ciencia y tecnología, y además de técnicas y patentes industriales.
Fue el fracaso de la industrialización por substitución de importaciones, implantado en Venezuela desde 1959 con el gobierno de Rómulo Betancourt. Consistía en ir sustituyendo progresivamente, desde las partes más sencillas de las mercancías complejas importadas, y producirlas por una industria inexistente, luego de lo cual si irían produciendo cada vez sistemas más complejos, hasta llegar a los bienes de capital, es decir, las maquinarias.
Tuvo un relativo éxito hacia los años 70: hubo un muy discreto desarrollo industrial de bienes de consumo, pero de allí en adelante comenzó el declive, pues no hubo conexión alguna entre los centros científicos y la industria naciente que proveyera tecnologías y patentes con los que construir una industria relativamente independiente.
Es explicable lo anterior porque la dirección del proceso era conducida desde Estados Unidos, por lo que la producción de partes y herramientas complejas, y luego de bienes de capital, que era el camino a recorrer, no estaba en los planes de esa nación, porque su idea de desarrollo no era la independencia científica ni tecnológica, sino la dependencia de Venezuela de ellos. Este fracaso fue expuesto el VIII Plan de la Nación, en 1989.
La estructura del tiempo actual está formada por dos aspectos, a) uno objetivo que es el fracaso mencionado sin posibilidad de recuperación y, b) otro subjetivo: la conciencia ciudadana y de la actual dirigencia política, del fracaso de la burguesía.
Esta es la disyuntiva histórica en que nos encontramos. Los dueños de los capitales solo pueden ofrecerle al pueblo venezolano seguir siendo un lastre para su desarrollo, pues su única fuente de acumulación de capital, dado su impotencia como clase, es el saqueo del presupuesto y el robo y el pillaje al salario del pueblo.
La clase trabajadora venezolana del Estado, junto con la que trabaja para los capitalistas, saben cómo industrializar a Venezuela, pues ellos dirigen nuestra producción y tienen las competencias científicas, tecnológicas y además grandes talentos, que dirigidos por el plan de la patria pueden.
La clase trabajadora debe convocarse a sí misma para sumir su condición de clase al asumir la tarea, junto al Estado revolucionario, con la conciencia de ambas partes, de que es la única alternativa para salvar a la Patria del desastre producido por la “burguesía”.