Progresivamente se ha ido creando la conciencia colectiva del trato preferencial a las personas adultas mayores.
No se trata de la aplicación de normas legales o resoluciones administrativas, las cuales ya existen, sino el reclamo del derecho por parte de los ciudadanos.
En un Banco privado, la máquina dispensadora de números se atascó y las personas mayores se colocaron en una cola, pero la cajera se negó a atenderlos pidiéndoles el ticket correspondiente. El Subgerente del Banco pretendía que las personas entendieran el problema técnico, lo cual significaba otra espera mayor. Cuando alguien reclamó que el banco podía ser denunciado por no tener abierta la taquilla preferencial, el jefe despareció y de inmediato apareció un cajero en esa puesto de trabajo.
Una señora reclamó en la cola de un abasto popular que no se cumplía con establecer la fila de los adultos mayores. Poco tiempo después, el Defensor del Pueblo, Tarek William Saab, declaró a los medios de comunicación que los establecimientos comerciales, públicos y privados, tienen la obligación de ofrecer un trato preferencial a las personas adultas mayores, embarazadas y personas con discapacidad.
Esas y otras circunstancias han encontrado espacio en los medios de comunicación, lo cual difunde la tesis del trato preferencial y lo transmite a miles de personas que aún no la conocen o niegan su aplicación.
Prevalece la realidad sobre las apariencias legales y se convierten en patrimonio cultural de la sociedad. Así es la historia de las luchas sociales en cualquier país del mundo.
Los derechos humanos son progresivos y cuando éstos se enraízan en la población nadie puede modificarlos.
Todavía quedan muchos espacios por conquistar en la sociedad.