Aun las universidades están al servicio del Estado burgués, porque en su seno no hay revolución institucionalizada, razón por la cual éstas son el bastión más importante del oposicionismo golpista, junto con Fedecámaras-Venamcham, con más influencia ante la Embajada de Estados Unidos en Venezuela, que la Mesa de la Ultraderecha (MUD).
Institucionalizar la revolución universitaria significa democratizarla profundamente, con el empoderamiento del pueblo; es decir, con la Comuna y las leyes que la derecha rechaza, gracias al control omnímodo que sobre un conjunto de universidades públicas emblemáticas mantienen desde la Asociación Venezolana de Rectores de la Ultraderecha (Averu).
Paradójicamente, con las políticas de inclusión social del comandante Hugo Chávez, se ha emancipado al pobre y éste ha podido acceder masivamente a la universidad, pero allí se licantropiza y cambia, porque ha aprendido a parecerse a la burguesía, siendo ideologizado e idiotizado, ahora, con la pose posmoderna de “la ideología de la desideologización”, lo que deriva en pena étnica y endorracismo, que empuja a estos emancipados a formar parte del batallón de mujeres y hombres que ahora odian de manera parricida, a la Revolución Bolivariana, socialista y chavista, viendo en el presidente Nicolás Maduro el objetivo por quien fuerzan para “la Salida”, al costo que sea.
Hoy, con bastante mora, tenemos el reto de democratizar las universidades, empezando por hacer cumplir el derecho al «voto paritario» de obreros, empleados, estudiantes, egresados y profesores, según el artículo 34 de la Ley Orgánica de Educación (LOE) y poner en su justa dimensión, la nueva noción de «Autonomía Universitaria», según el artículo 109 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999) y las leyes del Poder Popular, como la Ley de la Comuna (2000).
Sería un buen inicio, hacia la universidad del Estado Comunal.