China se sumó oficialmente como país observador a la Comunidad Andina (CAN), bloque conformado por Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, en un paso significativo para estrechar su presencia en Sudamérica y abrir nuevas oportunidades comerciales para los países latinoamericanos.
La decisión fue adoptada por unanimidad durante la XXXI Reunión del Consejo Andino de Ministros de Relaciones Exteriores, celebrada el 1 de octubre en Bogotá, según informó la agencia Xinhua.
La relación entre China y la CAN no es nueva: desde 1999 ambas partes han mantenido mecanismos consultivos que han permitido avanzar en cooperación económica y política. Los representantes de los Estados miembros señalaron que China desempeña un papel relevante en la comunidad internacional y la gobernanza mundial, y calificaron su incorporación como un gesto de gran significado histórico.
El organismo andino destacó que esta integración permitirá fortalecer la cooperación en innovación, inversión y desarrollo sostenible, mientras que Zhang Liping, encargado de negocios de la Embajada de China en Bogotá, subrayó la disposición de Pekín para implementar los “cinco programas” de colaboración con América Latina, que incluyen solidaridad, desarrollo, paz y proyectos conjuntos de los pueblos.
China ha intensificado su acercamiento a la región, especialmente a través del Foro China-CELAC, presentándose como un socio confiable frente al unilateralismo de Washington. El estatus de observador en la CAN refuerza este papel, tejiendo puentes económicos y de inversión que diversifican los mercados latinoamericanos y reducen la dependencia de Estados Unidos.
La medida tiene también un fuerte componente estratégico: los países de la CAN poseen importantes reservas de oro, cobre y litio, minerales esenciales para el desarrollo de tecnologías como la inteligencia artificial y los vehículos eléctricos, sectores prioritarios para el crecimiento de China en las próximas décadas.
En este contexto, el acercamiento chino ofrece a América Latina una alternativa frente a los aranceles y presiones comerciales impuestas por EE.UU., asegurando nuevos mercados y oportunidades de inversión sin condiciones excesivas.
Por su parte, China busca consolidar su imagen como garante del orden global ante el Sur Global, destacando la cooperación internacional y los organismos multilaterales, en contraste con las políticas unilaterales de la administración estadounidense.
Analistas coinciden en que este movimiento no solo tiene un carácter simbólico, sino práctico y estratégico, al permitir que los países latinoamericanos exploren nuevos mercados y recursos, mientras Pekín asegura suministros críticos para su desarrollo industrial y tecnológico futuro.